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La Visa, ese calvario

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Por Amílcar Pérez Riverol en OnCuba
¿Quién no ha sufrido en carne y psiquis propia, o de algún familiar, amigo o conocido el proceso de realización de trámites de visa? Papeles, cuños, certificaciones y sus altísimos precios. Madrugones, colas interminables, compra de turnos, ayuda “por la izquierda” para la carnita del hijo del funcionario, más papeles, más cuños, préstamos para pagar la corrida en almendrón hasta el consulado. Y cuando piensas que todo termina, el funcionario te comenta que la lista de documentos necesarios ha cambiado, y todo se alarga. Y todo comienza de nuevo.

Con este inventario -del que no he nombrado ni la cuarta parte- quién duda que obtener una visa se convierte para muchos de nosotros en un verdadero calvario. El símil podría parecer exagerado a algún devoto cristiano. Sin embargo, creo que incluso ellos lo dejarían pasar si alguna vez tuvieron que emplearse a fondo para conseguir la luz verde de entrada a alguno de los ciento y tanto de países que exigen visado al portador de un pasaporte cubano.

Cuántos nos hemos preguntado por qué, bajo qué parámetros se nos evalúa para que tantas naciones nos exijan solicitar visa como requisito de entrada a su territorio nacional. Y aún más, cuántos de nosotros nos sentimos en el derecho y la posición de protestar ante esta parametrización que se nos impone por cientos de naciones, con muchas de las cuales mantenemos estrechas relaciones culturales, económicas, políticas y diplomáticas.

Inicialmente, acerquémonos al tema desde los números. Una investigación realizada en 2014 por la consultora Henley & Partners, en cooperación con la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), muestra que Cuba es uno de los países del continente peor posicionados en cuanto al Índice de Restricción de Visas. Nuestra isla se encuentra en el lugar 16 de la lista que incluye a 18 naciones de América Latina.

Con un total de 61 países para los cuales no es necesario solicitar visa, el índice de Cuba sólo es mejor al de República Dominicana (53) y Haití (49). Sin embargo, resulta interesante el hecho de que varios países de la América continental sean de visado libre para los ciudadanos dominicanos y haitianos, no siendo así para el caso de Cuba. En este sentido sólo Ecuador no solicita visa a nuestros nacionales -y ya se ha escrito bastante sobre el tema de la entrada y vida de los cubanos en el país sudamericano-. A nivel global la situación no es diferente. Cuba se ubica en la posición 69 del ranking, que puede incluir a varios países por posición, de un total de 94.

¿A qué se debe esta situación? La respuesta dada por la Jefa de Publicaciones de Henley & Partners a BBC Mundo a una pregunta similar me resulta tan ilustrativa como inquietante. Al ser cuestionada sobre los criterios de los que “depende que un nepalí -aquí podríamos sustituir por cubano- pueda viajar a 37 países -y aquí por 61- sin necesidad de visa y que un español pueda hacerlo a 172”, la funcionaria cita “diferentes factores” como por ejemplo “la situación internacional de un país y sus relaciones con otros países”. Agrega por otra parte que “los principales criterios para la expedición de visados son las consideraciones de seguridad, y consideraciones normativas y económicas”, y finalmente, -lean esto- “la política de visados se basa en las relaciones históricas o diplomáticas, o tratados de comercio y el comercio entre las naciones”.

Sobre la base de estas afirmaciones, y en un típico ejercicio de lógica formal, cuesta entender que, por ejemplo, países como Venezuela y Bolivia aún impongan al ciudadano cubano el requisito de solicitud de visa de entrada. Me pregunto cuántas veces nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores ha discutido este tema con autoridades de estos países miembros del ALBA, por citar alguna organización, o de otros países de América Latina digamos Uruguay, El Salvador, Panamá o Argentina.

Aunque debo admitir que si consideramos la historia reciente de las regulaciones migratorias impuestas a los ciudadanos cubanos por nuestras autoridades, que incluía la expedición de un absurdo permiso de salida del país como requisito para poder viajar, la pregunta resultará para algunos ingenua. Lo admito. Es muy probable que ese tipo de negociaciones no se encuentren como prioridad en la agenda de trabajo de las autoridades a las que corresponde presionar para cambiar esta situación.

Ya que he mencionado a Argentina, permítanme una anécdota que no es la peor cuando de este tema se trata pero que muestra otra arista en torno al tema. Estoy en Foz de Iguazu, en posesión de un documento de residencia temporal y una beca de doctorado en Brasil. Nada, nada indica que tenga alguna razón para quedarme en Argentina. Sólo quiero cruzar la frontera y ver la parte albiceleste de las cataratas. Minutos antes de llegar a la frontera, una alemana me pregunta qué dialecto habla el pueblo argentino. ¡¿Qué dialecto?! Me comenta además sobre el subdesarrollo de las naciones que ha visitado en el continente. Me incomodo, le explico que los argentinos hablan en riquísimo español. En ese momento un gendarme viene e indica que la “hermana alemana” puede pasar; el hermano cubano no. La hermana alemana pudo haber sido inglesa, igual habría entrado.

¿Cuánto no sólo nos agobiamos sino que nos ofendemos con este tipo de cosas? Autoridades, intelectuales, usted, yo. ¿A quién corresponde reaccionar y cómo ante esta situación? Recuerdo, por ejemplo, que en el 2012 el gobierno brasileño recrudeció las condiciones de entrada a turistas españoles, en respuesta a los requisitos exigidos por España a ciudadanos brasileños.

Recientemente, leí un delicioso artículo de un prestigioso intelectual colombiano, a raíz de la retirada del requisito de pedido de visas a ciudadanos peruanos y colombianos para entrar en el espacio Schengen. Este texto tiene como valioso precedente la carta enviada en el año 2001 al Gobierno Español por 187 intelectuales colombianos, encabezados por Gabriel García Márquez. En esa comunicación los intelectuales protestaban ante la imposición de pedido de visa a ciudadanos de su país por parte del gobierno español. Busco y rebusco los antecedentes recientes a ese tipo de actitudes en nuestro país, y no los encuentro. ¿Por qué?

¿Será que tendremos que encomendarnos nuevamente al 17D? ¿Y mientras tanto? Ya sé. Madrugón, cuños, certificaciones, préstamos, colas, funcionarios. Frustración porque después de todo la solicitud fue negada. Frustración porque la tuya fue aceptada pero la del camarada que has hecho durante ese raro viaje no tuvo tu suerte. O aflojemos. Felicidad finalmente a precio de calvario para conocer el cielo.

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